martes, 12 de noviembre de 2013








Martín Chuan y una historia de revancha alrededor del Derby Nacional

Martín Chuan junto a sus padres Leoncio y Rosario.
La familia Chuan celebraba su primer Derby


Era 1996 y Leoncio Chuan era un entrenador de caballos de carrera que había vuelto a las primeras planas hípicas porque en sus filas tenía un potrillo que se estaba consolidando como una estrella. ¿Su nombre? Chinazo. No era un purasangre muy imponente. De hecho no pesaba más de 475 kilos, pero corría con la fuerza de un ejército de caballería.

Chinazo se dio el lujo de llegar invicto al Derby Nacional de aquel 1996 luego de… ¡8 triunfos! Sí, era un fenómeno. Los diarios, que por esa época vivían su último gran romance con el turf, estaban pendientes de lo que hacía para poder informarlo. Se estaba volviendo ídolo. Pero la carrera que ‘el negro’ debió ganar, aquella donde la gente realmente quería verlo triunfar, simplemente la perdió. Llegó segundo ante un gigante llamado Kamel, que le faltó el respeto en los 2.400 metros.



Con ello, Leoncio Chuan –quien durante su trayectoria por Panamá, casi una década antes de aquel Derby, fue apodado ‘el internacional’– perdió la posibilidad de ganar la prueba más importante del turf. Nunca antes había estado más cerca de lograrlo. Ni cuando en 1987 tuvo en Guaracazo –el papá de Chinazo– la posibilidad de coronarse en la gran carrera hípica. Aquella vez, el casi zaino había ganado inobjetablemente el Ortiz de Zevallos (G1), pero al día siguiente sorprendió la noticia de que había sufrido la fractura del sesamoideo y quedaba fuera del Derby Nacional (G1).

En ese 1996, Martín Chuan, el menor de sus hijos, tenía un año. Pero con el transcurso del tiempo, el padre le fue relatando aquella vez que pudo quedar en la historia, pero solo quedó en deseo. Y el hijo, alguna vez, ya con uso de razón, le soltó una frase que en su momento no pasó de sonar a gracia: Yo ganaré el Derby Nacional y será la revancha de los Chuan.

ALEGRÍA DE PADRES

“Ahora sí siento que hice bien en dejar a Martín que siga la profesión de jinete”. Rosario Mendoza reconoce que no puso buena cara cuando su hijo le dijo que quería convertirse en jockey, que la emoción que le producía acompañar a su padre Leoncio al hipódromo, iba más que esa ilusión que generan los caballos en los niños. No, se la había tomado en serio y la respuesta de ella no fue positiva.

“Hoy, con orgullo, puedo decir que mi hijo es el maestrito”, agrega la madre de Martín Chuan, orgullosa de la faena que su hijo había logrado sobre la silla de Camilín Camilón en el Derby Nacional, aquella carrera que su esposo, hace 17 años, no pudo lograr como entrenador.

“Desde la tribuna, la carrera se ve diferente, con mucha tensión, más de la que se puede vivir desde abajo. Ver ganar a Martín ha sido emocionante. Además por la forma cómo lo hizo”. Ahora es el turno de Leoncio Chuan, el padre, quien no se calla nada. “Yo no tuve la suerte de ganar el Derby, pero hoy lo he gritado como si fuera el mío. Martín ha demostrado, con orgullo, por qué le dicen el maestrito”. Y bromea: “Ya se habían olvidado de decirle así. Ahora vienen con eso de ‘telaraña’, no, no, mi hijo es el maestrito”, refiere don Leo, orgulloso.

¿Pero cómo Martín vivió las horas antes de la carrera? Doña Rosario responde: “Él no se pone tenso, al contrario, se prepara mucho, guarda mucha tranquilidad. Lo importante es que le gusta estudiar en casa todas las carreas donde participa. Se pone a revisar las revistas, está en la computadora. Y eso lo aprendió de su padre, le hace un seguimiento a las carreras de sus caballos”, confiesa la madre.

Martín Chuan cumplió así la promesa que una vez le hizo a su padre. Esa especie de espina que llevaba dentro y que en el 2012 casi lo logra cuando, en su primera actuación en el Derby, montando al caballo Pepe Trueno, quedó placé ante Kung Fu Mambo, que fue conducido por Carlos Javier Herrera, el jockey a quien en este 2013 le tocó ser escolta.

Por Perú Hípico
By Mário Rozano
 

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