domingo, 1 de octubre de 2017

MI CHISPASO encendió el atardecer

 


Contundente. De trapo a trapo. Siempre con amplia luz a favor. Así, repitiendo sus previos lauros en los 1800 metros de Río IV y en los 2200 de Villa María, el zaino Mi Chispaso apabulló a sus rivales del 77° Gran Clásico San Jerónimo (2100 mts., $ 245.000), máxima prueba anual en el colmado óvalo cordobés.

A sabiendas de la máquina que tenía entre piernas, Alcides Coronel colocó adelante desde el pique al hijo de Scooby, el pupilo de Diego Berhó se tendió a la descubierta y nunca pudieron siquiera acercársele.

El valiente Oregón se puso de escolta en el opuesto y fue a seguir al vanguardista; lo terminaría pagando en los 120 finales, donde las atropelladas de Bobomacho, Ex Cía y Lovely Dovey lo dejaron en en 5° casillero, todos a 60 metros del ganador.

Los 2:11.20 estampados por el huésped del stud "Los Cinco" barrieron la plusmarca de la distancia, y el grito de "Chispaaaaso, Chispaaaso, Chispaaaso" retumbó en el emotivo pesaje de la hinchada riocuartense, cuando el sol ya empezaba a remolonear con las sierras de "La Docta".

Me llevo las palabras de Chupino Noriega, llenas de gratitud al hablarle a toda la concurrencia. El empuje de Octavio Monti, Coco Rébori y José Pedro Ribero, tres leones. El saludo con Laureano Marchisone. La alegría de Marcos, Santi y la barra del "Bar Royal" tras el cómodo triunfo de Quiet Riot, puesto al dente por Leo Campelo. El novedoso relato compartido de Diego Notario y Mauri Ortiz, quienes hicieron "mita y mita" de la central en una modalidad inédita en el país. Las viejas historias vivas en la memoria de Don Víctor Britos. El abrazo con Jorge Escobar, un hermano. La estatura de "Pancho" Baigorria, ex jockey de antología y cuidador de nota, hoy con el rol de Juez de Raya.

Y las lágrimas de Lidia del Valle Sánchez, en su último día de funciones pesando a los jinetes a la vera del Comisariato, después de 40 años de actividad. Lloraba la enorme "Negra" al recibir tanto cariño. Me salió decirle, con los ojos mojaditos, "cómo te quieren, esto no tiene precio". Y me apretujó fuerte el brazo, y supe sin preguntarlo que en cuatro décadas ella había dejado por el hipódromo lo mejor de sí.

Al ratito, a la hora de los bifes, Mi Chispaso prendería la hoguera en una tarea sin límites. Porque tomó para su pueblo las banderas de Raceland, las lució en su pecho inflado por una armadura de viento, y se fue silbando bajito hacia una epopeya de contornos indelebles.


Pablo F. Gallo
Revista TODO A GANADOR


By: Constanza Pulgar - De Turf Un Poco

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