TARDES DEL TURF
"""UN DIA COMO HOY""" Marzo 05, 2011
""Mad Speed"" se quedaba con el Clasico Otoño (G2) 2000 metros en el Hipódromo de Palermo.
Pablo Falero se paraba en los estribos del tordillo y se sacaba la foto para el logo de nuestra pagina!!!!
El dueño del triunfo gritó. Se paró en los estribos del tordillo que lo llevó a la meta adelante desde siempre y miró para las tribunas cuando dio el alarido. El festejo de Pablo Falero tuvo alegría y desahogo. Por ganar y por el hecho de desatar el nudo que le generó su propia insistencia para que Mad Speed corriera el clásico Otoño (G 2-2000 m).
Los propietarios del caballo le dieron la mayor parte del crédito al uruguayo. La gente en las tribunas, también. Los aplausos empezaron temprano. Faltaban 50 metros para el disco cuando Falero empezó a celebrar, aunque el público se había dado cuenta un poco antes de cuál sería el ganador.
Con Mr. Nedawi corriendo atrás, un puntero no puede estar tranquilo sino hasta que cruza el disco. El ganador del Dardo Rocha y del José Pedro Ramírez pisaba el tercer hipódromo nuevo para él en poco más de tres meses. Y fuera de su país. Pero está claro que no hay pista que lo achique ni a la que no se adapte. Bastó verlo, una vez más, zafándose del sandwich que le armaron Bogeyman y Bloem en el final.
A Mr. Nedawi le hicieron sentir por primera vez su condición de visitante, pero es tan guapo y tan fuerte que salió del encierro, como dándole la razón a alguno que en la redonda de presentación le vio pinta de toro. Después de ganar en Montevideo, el 6 de enero, el caballo brasileño fue trasladado a un stud del mismo Palermo. El Campeonato de Oro fue un imán. La pista no tendría secretos para su estreno porteño.
Pero ese dia, la atropellada del favorito encontró su antídoto en un puntero rabioso, que toleró al atrevido Wildness, que jugó el único papel que sabe y también buscó liderar el desarrollo. "Va a correr adelante; no tiene mucha opción", apuntó Lucho Palacios en el Paddock. El entrenador sabía que su caballo debería discutir ese privilegio con uno de los indicados para ganar; una de las figuras del clásico.
Las primeras imágenes de la carrera no desmintieron el panorama que pintó Palacios. Mad Speed salió adelante y Wildness apuró la marcha para ponerse a la par durante todo el opuesto. Hasta la recta final. Allí, el tordillo dejó de tener un rival adosado a su flanco como si fuera un tutor que lo hacía correr derecho. El resto, lejos, seguramente con jockeys confiados en que sacarían provecho de esa puja.
Los tordillos suelen hacer notar más los defectos y las virtudes que los demás caballos. Si son feos o lindos. Y si corren armoniosamente o despatarrados. Mad Speed galopó con gracia, como para que todos se olviden de su pasado reciente de millero. Ganador, pero millero. Y para que nos saquemos las dudas -Falero incluido- sobre su capacidad para ir más allá de los 1600 metros y seguir ganando.
Mr. Nedawi quedó a cinco cuerpos. No le quedó margen para otra hazaña.
"Mad Speed se agranda cuando lo pelean; le gusta ir adelante y no se desgasta luchando", explicó Falero. Todavía le quedaban aplausos para llevarse. No había pisado el estrado para recibir su premio, que era el del jockey, aunque podía haber acopiado todos los de la mesa. Y nadie se habría quejado.
El dueño del triunfo gritó. Se paró en los estribos del tordillo que lo llevó a la meta adelante desde siempre y miró para las tribunas cuando dio el alarido. El festejo de Pablo Falero tuvo alegría y desahogo. Por ganar y por el hecho de desatar el nudo que le generó su propia insistencia para que Mad Speed corriera el clásico Otoño (G 2-2000 m).
Los propietarios del caballo le dieron la mayor parte del crédito al uruguayo. La gente en las tribunas, también. Los aplausos empezaron temprano. Faltaban 50 metros para el disco cuando Falero empezó a celebrar, aunque el público se había dado cuenta un poco antes de cuál sería el ganador.
Con Mr. Nedawi corriendo atrás, un puntero no puede estar tranquilo sino hasta que cruza el disco. El ganador del Dardo Rocha y del José Pedro Ramírez pisaba el tercer hipódromo nuevo para él en poco más de tres meses. Y fuera de su país. Pero está claro que no hay pista que lo achique ni a la que no se adapte. Bastó verlo, una vez más, zafándose del sandwich que le armaron Bogeyman y Bloem en el final.
A Mr. Nedawi le hicieron sentir por primera vez su condición de visitante, pero es tan guapo y tan fuerte que salió del encierro, como dándole la razón a alguno que en la redonda de presentación le vio pinta de toro. Después de ganar en Montevideo, el 6 de enero, el caballo brasileño fue trasladado a un stud del mismo Palermo. El Campeonato de Oro fue un imán. La pista no tendría secretos para su estreno porteño.
Pero ese dia, la atropellada del favorito encontró su antídoto en un puntero rabioso, que toleró al atrevido Wildness, que jugó el único papel que sabe y también buscó liderar el desarrollo. "Va a correr adelante; no tiene mucha opción", apuntó Lucho Palacios en el Paddock. El entrenador sabía que su caballo debería discutir ese privilegio con uno de los indicados para ganar; una de las figuras del clásico.
Las primeras imágenes de la carrera no desmintieron el panorama que pintó Palacios. Mad Speed salió adelante y Wildness apuró la marcha para ponerse a la par durante todo el opuesto. Hasta la recta final. Allí, el tordillo dejó de tener un rival adosado a su flanco como si fuera un tutor que lo hacía correr derecho. El resto, lejos, seguramente con jockeys confiados en que sacarían provecho de esa puja.
Los tordillos suelen hacer notar más los defectos y las virtudes que los demás caballos. Si son feos o lindos. Y si corren armoniosamente o despatarrados. Mad Speed galopó con gracia, como para que todos se olviden de su pasado reciente de millero. Ganador, pero millero. Y para que nos saquemos las dudas -Falero incluido- sobre su capacidad para ir más allá de los 1600 metros y seguir ganando.
Mr. Nedawi quedó a cinco cuerpos. No le quedó margen para otra hazaña.
"Mad Speed se agranda cuando lo pelean; le gusta ir adelante y no se desgasta luchando", explicó Falero. Todavía le quedaban aplausos para llevarse. No había pisado el estrado para recibir su premio, que era el del jockey, aunque podía haber acopiado todos los de la mesa. Y nadie se habría quejado.
Nota : La Nacion
- Con Pablo Gustavo Falero
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