viernes, 15 de julio de 2016






CARTA ABIERTA A MELITÓN LÓPEZ

(Por Martín Bijio y Pablo F. Gallo)



El 31 de agosto de 1999, el vuelo 3142 de la empresa LAPA que partía hacia la Pcia. de Córdoba no logró despegar del Aeroparque Metropolitano Jorge Newbery y terminó impactando, prendiéndose fuego y provocando la muerte de 65 personas, con 17 heridos de gravedad.

Dos meses y 19 días antes de uno de los peores accidentes aéreos del país, el ex piloto de la compañía, Enrique Piñeyro, renunciaba indeclinablemente a su puesto, alertando y prediciendo mediante una carta a su superior, el Sr. Fabián Chionetti, entonces Jefe de Pilotos de la empresa, y al Presidente de la Aerolínea, Gustavo Deutsch: “En base a los conocimientos y la experiencia adquirida informo que, de continuar con las actuales políticas y el alarmante estado de mantenimiento de los aviones, un accidente protagonizado por un avión de LAPA es la consecuencia no sólo previsible sino prácticamente inevitable”.

Luego de la tragedia anunciada, Piñeyro declaraba que “el gruesísimo error del piloto y el desorden y desorganización que había esa noche en la cabina no era sino el reflejo del desorden y desorganización en la empresa. Muchas veces la falta de mantenimiento finaliza en catástrofe y tal vez podría haberse evitado o minimizarse para salvar vidas, pero... nos vemos inmersos en un sistema que provoca situaciones ilógicas e irreparables en pos del gran negocio”.

Volando rumbo al Hipódromo de La Plata, una primera pregunta surge de inmediato: ¿qué estamos esperando? En pleno verano, el titular de Lotería Provincial, Eugenio Melitón López, anunció la reconstrucción de la elipse principal del Bosque. Hubo arreglos generales, se trabajó y esto, es justo decirlo, permitió disputar programaciones con pista pesada o fangosa que en años anteriores debieron postergarse. No obstante, como ha ocurrido cada doce meses, las lluvias volvieron a transformarla en un Amazonas salvaje e indómito. Intransitable.

Más allá de suspensiones cíclicas y constantes en las últimas tres décadas, anunciadas o intempestivas, con perjuicio directo para todos los componentes de la hípica e interrupciones del proceso selectivo, cabe recordar, en paralelo con la cuestión aeronáutica aludida, que la lista de la desidia registra, entre otros, los nombres de Jorge Daniel Ojeda, vivo de milagro tras estrellarse contra un pilotín de cemento; José María Fernández, fallecido durante una mañana de ensayos en medio de circunstancias nunca claras; Claudio Almeira, quien pereció a la altura de los 400 e “hicieron morir” afuera en una maniobra que sólo califica categóricamente a sus siniestros mentores; y Mary Sol Ferreyra, postrada e inconsciente desde su accidente en el Codo del Colegio Nacional, cuando golpeaba su cabeza también contra la nefasta empalizada.

El perfeccionamiento obsesivo de las normas de seguridad, en una actividad de riesgo tan elevado, debería ser concepto primordial e insoslayable. ¿Es posible una iluminación tan deficitaria? ¿Palos de fibrocemento con bases de fierro y hormigón? ¿Una cancha cuyo contrapiso está quebrado, y en la cual se han cancelado jornadas porque las ambulancias encallaban? ¿Terrenos auxiliares convertidos en picaderos? ¿Una pista primaria donde en casos resulta imposible varear, con la consiguiente mella para el training de los ejemplares? Basta.

Algunas declaraciones recientes de Melitón López, referidas a imponer un sistema para que todos ingresen por el poste de los 1800, hicieron ruido en el gremio; esto no es Palermo ni San Isidro, con los animales adentro, ni cuenta con la infraestructura suficiente, y la iniciativa de moverse hasta el fondo del opuesto para juntarse con los afincados en la Villa Hípica, pareciera fuera de lugar para quienes cuidan cerca del Hospital Rossi, del Gutiérrez, de la Avda. 32 o de 120 para el lado del Camino Rivadavia. A la pared levantada en la verja de los 400… ¿la ha sugerido Drácula? Urge instalar un 0800, pero para convocar gente idónea.

El funcionario tiene ante sí una responsabilidad histórica: reparar tantas toneladas de abandono. En medio de marcada incertidumbre, ronda la idea de trasladar las carreras platenses a la auxiliar de San Isidro, solventando los gastos de transporte y viáticos con dinero del subsidio, para encarar una obra en serio a lo largo de un par de meses. Y de recomponer la segunda para mechar reuniones allí mientras se reconstruya la grande.

Sea cual fuere, sólo una determinación de fondo y tajante evitará la posibilidad cierta de nuevas desdichas. Lo reclaman la dignidad laboral y humana de sus actores, las cientos de miles de familias dependientes del turf, y la nobleza integral del pur sang.

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By: Constanza Pulgar - De Turf Un Poco

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